La artista cochabambina Escarlet Salvatierra llega a la ciudad de La Paz para exponer una importante producción de obras en el Museo Nacional de Arte (MNA), dependiente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, entre el 13 de enero al 25 de febrero, en el patio de Cristal y la sala Diez de Medina.
Las creaciones fueron realizadas a lo largo de 25 años, tiempo en el que Salvatierra se desarrolló como artista y en el que recorrió parte del mundo, nutriendo su conocimiento y presentándose en salas nacionales e internacionales.
En ese periodo perfeccionó la técnica figurativa con la realización de cientos de autorretratos, en distintas poses, momentos, y con un énfasis especial en su rostro y cuerpo desnudo. Lejos de los comentarios iniciales de quienes encontraron en sus pinturas cierto narcisismo o falta de pudor, la artista simplemente se creó, se construyó y reconstruyó a lo largo de los años, profundizó en sí misma y en su relación con su yo creador.
Manuela D’avila, una de las exponentes de feminismos latinoamericanos y autora del libro ¿Por qué luchamos?, afirma que el “feminismo es un viaje de amor: el primero a veces doloroso…Porque implica el amor propio; el segundo, el amor por la idea de que podemos ser libres para vivir el poder de nuestras posibilidades y, el tercero, el amor por la humanidad en toda su diversidad”.
De ese modo, Salvatierra nos muestra el viaje artístico que ella realizó hacía sí misma y su manera de superar la fuerte autoridad de su padre, el conocido artista Ruperto Salvatierra; superar los prejuicios de una sociedad altamente machista y construir un universo propio, en cuyo centro fluye la belleza de la vida, la suya y de las mujeres que logra registrar con sus pinceles, de ese modo nos enseña también que la belleza es universal en la forma y figura de la mujer.
Quizá ese no fue su objetivo inicial, quizá sin proponérselo, ella, como creadora, practicó, desde sus primeros años un feminismo natural y libre, vivió a la par de los cambios sociales y no precisó de campañas o protestas para descubrir que su esencia puede propagarse.
Creció, como ella misma narra, como modelo de su padre para sus pinturas y con un inmenso amor por el arte que no se dejó esperar. Dos años se dedicó solo al dibujo hasta que el maestro (su padre) le dijese que ya estaba lista para trabajar con la paleta de colores.
“El dibujo es el esqueleto de la obra, es necesario perfeccionarlo, yo no he dejado de aprender, siempre estoy aprendiendo”, dice, y narra que a las mujeres de los mercados, a la vendedora de humintas o a la lavandera, la tiene que pintar rápidamente, es decir hacer bocetos veloces para que ellas no la descubran porque si es descubierta, le reclaman. “así somos”, dice jocosa, la artista que encuentra en la cotidianeidad de otras, más belleza.
En el MNA se podrá disfrutar de las creaciones y ocurrencias de Escarlet Salvatierra y se podrá apreciar las formas que presentan sus autorretratos, hechos desde la mirada de quien no necesitó aprender a amarse, sino de quien se ama desde que fue concebida. Porque, de acuerdo a la poetisa Rupi Kaur, mencionada por D’avila, “Como te quieres a ti es la manera en la que enseñas a otros a quererte”.
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